sábado, 18 de junio de 2011

El bosque de las almas

La luz de la Luna teñía de plata las copas de los árboles, sin embargo, sólo unos pocos rayos de luz argenta atravesaban las tupidas ramas y formaban caprichosas siluetas en el suelo. El ruido de la gélida brisa rozando las hojas silenciaba el resto de sonidos del bosque, incluidos los pasos de un viajero extraviado.

Llevaba horas caminando y ya ni siquiera recordaba cómo era el mundo fuera de aquel frío y tenebroso bosque. Bajo el calor y la luz de una tímida antorcha, el excursionista vagaba entre los árboles sin un rumbo fijo ¿estaría caminando en círculos?

Una diminuta pero potente luz dorada bajó de la copa de uno de los árboles y se posó en el suelo frente al caminante perdido. La fuente de luz, poderosa como un pequeño sol, mostró a una pequeña ardilla con un diminuto farolillo colgando del collar. De repente el aire no era tan frío, si no que había tomado una calidez que penetró por la piel del viajero e inundó su corazón.

-¿Estás perdido? -preguntó la ardilla, con la voz propia de un niño pequeño.

A pesar de lo extraño de aquella imagen, el caminante no se había sorprendido. El calor que emanaba del farolillo del animal apaciguaba sus sentidos y un leve aroma floral muy distinto al de la tierra húmeda que hasta entonces le había acompañado le hizo entrar en una especie de trance. El hombre se limitó a mirar a la ardilla, la cual le devolvía una mirada profunda, curiosa.

-Te has perdido, ¿verdad?
El excursionista asintió.
El pequeño animal dio media vuelta y subió a las ramas más bajas de un árbol cercano.
-Sígueme, yo te guiaré.

La ardilla comenzó a saltar de un árbol a otro, dejando tras de sí una estela dorada que el viajero siguió sin pensar. Durante varios minutos, el caminante continuó tras la estela de oro sin decir una palabra. Pero finalmente se decidió a hablar.

-¿A dónde me llevas?
-Estás perdido, ¿verdad?
-Sí -respondió el viajero, con total seguridad.
-Desearías estar en casa y dormir, ¿cierto?
-Sí.
-Te llevaré a un lugar en el que podrás descansar. Sólo sígueme.
-Vale.

La estela dorada y el viajero extraviado se perdieron en la oscuridad del bosque. La gélida brisa hizo silbar las hojas de los árboles, que parecían entonar las notas de una canción que recorrió todo el bosque.

La estela dorada en el bosque te acompañará al eterno sueño.
Sigue a la ardilla maldita, el Rey del Infierno es su dueño.

4 comentarios:

  1. Como siempre me ha gustado, aunque ya había calado a la ardilla, no daba buena espina, hahaha.
    ¡Saludos y continua!

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  2. El título hace muy predecible lo que va a suceder...

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  3. Eh, que no soy Agatha Christie xD
    ¡Gracias por vuestro apoyo!

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  4. Un místico y bello paseo hasta arribar a ese aciago, pero poético, final. Te luciste con este excelente relato, amigo mío.

    Un gran abrazo.

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