sábado, 6 de agosto de 2011

¿El monstruo del armario?

Desde el mismo día en que la mudanza había terminado y la familia había comenzado a hacer su vida en la nueva casa, Timmy había palidecido y perdido peso. A sus 8 años, el niño estaba tan delgado que parecía que hasta la más mínima brisa podría llevárselo volando, lo cual serían buenas noticias para él.

Eran muchas las ocasiones en las que el pequeño había contado a sus padres que había un monstruo en el armario. Como es natural en los adultos, tomaron sus palabras como una historia surgida de su imaginación infantil. No obstante, no pasaban por alto su delgadez y su comportamiento extraño, así que habían contratado un psicólogo para que le tratara. Pero sus padres no comprendían que no necesitaba un psicólogo ¡la culpa era del monstruo del armario!

Como cada noche, el niño les había pedido a sus padres dormir con ellos, pero la respuesta siempre era la misma "ya eres mayor, así que tienes que dormir solo". Asustado y resignado, el niño se tumbó en su cama. Por la noche, la habitación parecía más pequeña. Detrás de él, la luz de la Luna pasaba a través de la ventana y creaba caprichosas formas en las paredes aún desnudas de la estancia. Justo enfrente de él estaba la fuente de sus problemas. Orgulloso e imponente, el oscuro armario vigilaba su sueño y, dentro de él, se agitaba lo que el niño más temía.

Las puertas se abrieron lentamente en un completo silencio. Una pequeña neblina plateada a la luz de la Luna inundó el suelo de la habitación y un olor acre, como a podredumbre precedió a la espantosa figura. La cara y los miembros mortecinos de aquel ser eran tan blancos como la niebla que lo rodeaba. Sus ojos podridos miraban sin ver al niño que permanecía inmóvil en la cama, presa del pánico. Sus huesudos brazos agarraron con fuerza las sábanas e impulsaron a la cadavérica y desnuda figura hasta que el rostro de la muerte y el de la inocencia estuvieron frente a frente. Sus huesudas manos acariciaron el rostro del niño mientras que de su boca surgía un leve susurro, escalofriante y amenazador. El pequeño Timy temblaba de espanto entre sus manos, pero poco podía hacer.

Aún después de que la figura desapareciera, el niño seguía oliendo el aliento de la muerte. Se había orinado encima. Comenzó a llorar. Los llantos resonaron en toda la casa, pero sus padres, aconsejados por el psicólogo, no le hacían caso. No comprendían que lo que Timmy contaba era verdad, no habían visto el rostro del monstruo del armario, no sentían dentro de ellos la desesperación que él sentía.

¿Sería verdad que la más leve brisa se lo podría llevar volando? Abrió la ventana y el frío viento invernal azotó su rostro.

2 comentarios:

  1. Este relato se ha convertido en uno de mis predilectos de los que has escrito, lo he encontrado impecable... simplemente perfecto desde el principio hasta ese perturbador final. Sigue con esto, amigo mío. Un afectuoso saludo

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  2. Muchas gracias por tu apoyo, Alhazred ¡Seguiré trabajando para mejorar!

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