Orleans, año 1145:
Según el diario, a la criatura le gustaba esconderse en
callejones y tejados. Para evitar lo segundo habían situado a varios
arqueros en lugares estratégicos. A Denis le hubiera gustado reunir
más gente para la caza, pero cincuenta hombres ya era un grupo
bastante difícil de controlar en la noche, así que tuvo que
conformarse con ellos.
Las luz de las antorchas reptaba por las paredes de las casas y
avanzaba poco a poco por la calle. En sus hogares, los habitantes de
Orleans dormían ajenos a la cacería que se desarrollaba fuera.
Cincuenta hombres exploraban cada calle, armados con espadas y
antorchas, esperando la aparición de la bestia.
Cuando el diario llegó a manos del anciano, creyó que se trataba
de un cuento de fantasía o de una historia que daba peso a las
creencias disparatadas de los pueblerinos, pero luego advirtió un
gran parecido entre los sucesos de la ciudad y los del libro... y ya no
estuvo tan seguro.
Su existencia había sido siempre discreta. Las primeras páginas
del diario la sitúan en tierras nórdicas, en ellas sólo se habla
de una bestia que se hace pasar por humana y que rapta y viola a
cuantas mujeres encuentra. Conforme se avanza en las páginas, los
diferentes autores añadían detalles del comportamiento y la
apariencia del monstruo, así como de los intentos fallidos por
matarlo. Ahora, Denis tenía en su mano un diario con toda la
información sobre esa criatura; él acabaría lo que los otros
autores no acabaron.
Alguien gritó en una calle, los nervios afloraron y el corazón
comenzó a latir a ritmo de carrera, pero en seguida salió de la
callejuela un perro vagabundo y todos los hombres se tranquilizaron
de nuevo. Uno de ellos atravesó el cuello del animal con un
cuchillo, y el perro quedó en el suelo, desangrándose.
Denis frunció el ceño en señal de desaprobación, lo que añadió
más arrugas a su frente. Todos los hombres que le rodeaban eran
jóvenes, casi todos eran padres de familia. En cambio el anciano ya
había pasado su mejor momento, pero allí se encontraba, al mando de
todos aquellos hombres y liderando la búsqueda de una extraña
criatura.
La noche avanzaba y todo apuntaba a que sería otra jornada en
vano. Cuanto más tardaban en encontrar a la bestia, más se oía el
rumor por las calles de que un grupo de hombres marchaba por las
noches en busca de algo. Pero lo que realmente preocupaba a Denis era
que la criatura pudiera haberse escondido en el interior de alguna
casa y les hubiera dado así esquinazo las otras noches. Pero no
podían registrar cada casa, ello haría que cundiera el pánico.
No debía quedar mucho tiempo para el alba cuando sonó la señal.
Fue un silbido rápido, pero suficiente para alertar a todos. El
grupo se detuvo en su marcha hacia el norte en el momento en que
supieron que el silbido procedía del este. Entonces todo se aceleró.
Los hombres corrían por las calles, mirando a todos lados, y algunos
de los arqueros saltaban de tejado en tejado persiguiendo a la
criatura, que aún no se veía.
Denis se encontró con el arquero que había dado la señal.
-¿Lo has visto?
-Sí. Al principio pensé que era un ladrón, porque caminaba con
sigilo, evitando las ventanas. Cuando trató de abrir la puerta de
una casa lancé una flecha de advertencia y entonces la criatura
saltó. Fue un salto enorme. En el momento en que dí la señal la
bestia se escabulló por una callejuela hacia el este.
«Ha tratado de entrar en una
casa. Seguro que así nos esquivó las otras ocasiones. Es listo.»
Los hombres avanzaron hacia el
este. Pero Denis se quedó en el lugar. Era viejo, la corta carrera
le había dejado exhausto, dejaría el trabajo físico para los
jóvenes. Volvió al carruaje, que lo dirigió a la iglesia. Con toda
la prisa que le permitían sus piernas y su corazón, subió las
escaleras de la torre del campanario. Desde allí se podía ver toda
Orleans. Las calles se extendían como los hilos de una antigua
telaraña y entonces se dio cuenta de cuan difícil era su misión.
El horizonte comenzó a
aclararse y poco a poco la luz natural fue ganando a la de las
antorchas. Con el alba Denis alcanzó a ver unos puntos borrosos
saltando de tejado en tejado tras la fugaz pista de la criatura. En
el diario lo habían llamado de muchas formas, pero el que más se
repetía era el de «caminante de las sombras», ya que la criatura
prefería moverse por la noche para evitar así encontrarse con los
humanos.
Entonces uno de los puntos de
los tejados comenzó a moverse hacia el sur. Era extremadamente
rápido y ágil en comparación a los demás, y cuando vio que los
arqueros habían perdido la pista de la criatura supo qué era lo que
acababa de ver.
Con suma prisa abrió su
cartera de cuero y sacó de ella el espejo. Con él reflejó los
primeros rayos del sol. Uno de los hombres de los tejados advirtió
la señal y le respondió con un movimiento de su antorcha. Cuando el
hombre apuntó al sur, Denis usó de nuevo el espejo para confirmar
la dirección y en seguida los hombres comenzaron a moverse tras la
bestia.
La criatura cambió de rumbo
una segunda vez, esta vez al noroeste.
«¿Está jugando con
nosotros?»
Volvió a guiar a sus
hombres en la dirección correcta y esperó desde la torre. No le
quitaba un ojo de encima a la criatura, que cada vez estaba más
cerca de su posición. Su vista distaba mucho de ser buena, pero todo
en aquella silueta hacía indicar que era humano. Ya había leído en
el diario que la bestia era capaz de cambiar su forma. Era algo a lo
que no había hecho mucho caso, pero en ese momento no estaba tan
seguro.
Los primeros pueblerinos
salían de sus casas. Ya no había forma de ocultar la búsqueda.
Todo tenía que acabar aquella noche o se desataría el caos en la
ciudad. La criatura seguía en la misma dirección, pasaría cerca.
Entonces saltó. Aquel salto
sobrehumano llevó a la bestia al tejado de la iglesia, y comenzó a
trepar por la torre. La bestia subió por la cara noroeste, mientras
que los arqueros y sus flechas se acercaban por la sureste. Denis
entró en pánico al ver que aquella cosa iba directamente hacia él.
Dio un codazo al arquero que había a su lado y éste comenzó a
lanzar flechas a la bestia, que las esquivaba con agilidad. Pronto el
monstruo llegó al campanario y con una fuerza inaudita lanzó por
los aires al arquero, cuyo grito pronto cesó.
Todo ocurrió muy rápido. Una
sombra apareciendo de la nada, unas ropas viejas y ajadas que apenas
cubrían una piel escuálida y blanquecina, un espeso cabello negro
como la noche y dos destellos esmeralda. Aquellos ojos verdes sólo
se pudieron ver un momento, pero se advertía en ellos la ira, el
miedo, el odio y la sabiduría acumulada durante cientos, quizá
miles de años. En aquella torre, la bestia parecía casi humana...
Y entonces el suelo se despegó
de él y Denis se vio alejándose del campanario. Primero voló en
horizontal, después comenzó a caer. El dolor que le había
ocasionado la bestia al empujarle desapareció en el momento en que
se dio cuenta de lo que ocurría. Los ojos se abrieron como platos,
una electrizante sensación de pánico sacudió todo su cuerpo y sus
pulmones se encogieron, impidiéndole gritar. La torre del campanario
ascendió veloz mente, y lo último que vio el anciano fue una sombra
descendiendo por ella.
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